En el año 1922 se escribió el primer artículo científico en el que se ligaba la práctica del ejercicio físico y la prevención del cáncer. Desde entonces se han realizado múltiples estudios que han llegado a las siguientes conclusiones sobre esta relación:
- El nivel de evidencias científicas sobre el papel de la actividad física como factor de prevención es alto y convincente, en los casos de cáncer de mama y colorrectal.
- En los casos de cáncer de próstata el nivel de evidencia científica es probable, y en los de pulmón y endometrio tan sólo posible.
- Los efectos beneficiosos del ejercicio físico en la prevención del cáncer son dependientes del volumen total de ejercicio realizado (horas x intensidad). De esta forma, los niveles más elevados de actividad física, cuantificados en horas practicadas semanalmente, se relacionan con una menor incidencia de ciertos tipos de cáncer (mama, colon y próstata).
- En los pacientes ya tratados, el mantenimiento de la actividad física reduce el riesgo de recurrencias y de mortalidad.
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