Los autores, dirigidos por Peter Lommer Kristensen, señalan que es importante que los mitos pasen por un escrutinio científico para evitar que los estudiantes gasten su tiempo experimentando con esta actividad.
En el estudio participaron tres voluntarios. Ninguno de ellos había sufrido de una enfermedad crónica de la piel o del hígado y no eran adictos al alcohol ni a drogas psicoactivas. Los participantes no eran miembros de ningún grupo de alcohólicos anónimos y no habían sido implicados en accidentes graves o episodios socialmente vergonzosos relacionados con el alcohol en la semana anterior al estudio.
Los voluntarios no bebieron alcohol en las 24 horas previas a los experimentos y proporcionaron una muestra de sangre antes de sumergir sus pies en una palangana de lavado que contenía tres botellas de Vodka Karloff. Los participantes mantuvieron sus pies en el vodka durante tres horas y proporcionaron muestras de sangre cada hora y media.
El grupo pasó por pruebas de autoevaluación sobre embriaguez en las que se tasaban en una escala del 0 al 10 sobre auto-confianza, rapidez en el hablar y el número de veces que deseaban abrazos espontáneos.
Los resultados muestran que después de tres horas no hubo aumento en la concentración de alcohol en el flujo sanguíneo de los participantes.
Kristensen concluye que "el mito urbano danés sobre poder emborracharse al sumergir los pies en bebidas alcohólicas fuertes es justo eso: un mito".
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