Los investigadores muestran en su trabajo que el dióxido de carbono de las bebidas activa los mismos sensores del dolor en la cavidad nasal que la mostaza y los rábanos.
Según explica Emily Liman, responsable del estudio, "la carbonatación evoca dos sensaciones distintas. Hace las cosas agrias y también hace que quemen. Todos hemos sentido esa sensación de hormigueo nocivo cuando la soda baja por la garganta demasiado deprisa".
Esa sensación de quemazón procede de un sistema de nervios que responden a sensaciones de dolor, presión de la piel y temperatura en la nariz y la boca. "Lo que no sabíamos era qué células y qué moléculas en el interior de esas células eran las responsables de la sensación dolorosa que se experimenta cuando se bebe una bebida carbonatada", añade Liman.
Los investigadores pusieron una solución salina carbonatada en un plato con células nerviosas de los circuitos sensoriales de la nariz y la boca y descubrieron que el gas activaba sólo un tipo particular de célula. "Las células que respondían al CO2 eran las mismas células que detectan la mostaza". Estas células expresan un gen conocido como TRPA1 y sirven como sensores del dolor general.
Los ratones que no tenían el gen TRPA1 mostraban una gran reducción de la respuesta al dióxido de carbono, señala Liman, aunque que al añadir el código genético de TRPA1 a células insensibles a CO2 las hacía responder al gas.
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