Según explica Andrew H. Liu, responsable del trabajo, "nuestro estudio sugiere que las alergias alimentarias podrían ser un importante factor e incluso un desencadenante no reconocido de los ataques de asma. Las personas con una alergia alimentaria y asma deberían controlar ambos trastornos estrechamente y ser conscientes de que podrían estar relacionados".
Los investigadores analizaron datos de 8.203 personas de entre 1 y más de 60 años que completaron una encuesta nacional sobre salud y nutrición en 2005-2006 y que pasaron por pruebas sanguíneas en relación a anticuerpos para cuatro alimentos específicos: cacahuetes, leche, huevos y marisco.
Según los niveles de anticuerpos IgE descubiertos en sangre, los participantes fueron clasificados como sensibilizados a uno o más de los alimentos o no sensibilizados. Los participantes sensibilizados eran subdivididos según sus posibilidades de tener alergias alimentarias como improbables (10-20 por ciento), posibles (50 por ciento), probables (más del 95 por ciento).
Las alergias probables eran dos veces más comunes entre los participantes que habían recibido un diagnóstico de asma y los que no. Las probabilidades de tener alergias alimentarias crecían con el aumento de la gravedad del asma.
Aquellos que en ese momento tenían asma eran 3,8 veces más propensos a una alergia alimentaria que los que habían sido diagnosticados de asma pero que no lo padecían. Por otro lado, quienes habían visitado las urgencias por asma en el año anterior eran 7 veces más propensos a tener alergias alimentarias que aquellos que habían sido diagnosticados con el trastorno pero que no acudieron a urgencias.
En total, el 15,8 por ciento de los participantes que pasaron por urgencias por asma tenían niveles de IgE que indicaban posibles o probables alergias alimentarias.
Los investigadores explican que no pueden determinar si las alergias alimentarias en realidad causan ataques de asma o si el asma y las alergias alimentarias son manifestaciones de un perfil alérgico grave. Sin embargo, los autores especulan que las reacciones alérgicas a los alimentos podrían desencadenarse en algunas personas con asma sólo cuando se combinaran con un ejercicio extenuante.
De forma global, los investigadores estiman que el 2,5 por ciento de la población tiene alergias alimentarias, una estimación inferior a otras pero en línea con muchas otras. El análisis de los niveles de anticuerpos IgE ante los alimentos en una muestra grande representativa confiere autoridad a los resultados, aunque sólo se evaluaron cuatro de las alergias alimentarias más comunes.
Los niños entre 1 y 19 años eran dos veces más propensos a las alergias alimentarias en comparación con la población general, los negros eran tres veces más propensos y los varones dos veces más.
La alergia a los cacahuetes era la alergia alimentaria más común, que afectaba al 1,3 por ciento de la población encuestada. Al contrario que las alergias a la leche y al huevo, que eran más altas en niños de menos de 5 años, las alergias a los cacahuetes eran mayores entre aquellos con 6 a 19 años.
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