Investigadores de la University of North Carolina (UNC), en Chapel Hill (Estados Unidos) han descubierto, a través de técnicas de imagen por resonancia magnética, diferencias importantes en el desarrollo cerebral que comienza a los seis meses de edad en niños de alto riesgo que después desarrollaron autismo, en comparación con los menores de alto riesgo que, finalmente, no padecieron la enfermedad.
Para el líder de esta investigación Jason J. Wolff, investigador postdoctoral del Carolina Institute for Developmental Disabilities (CIDD), de UNC, "este es un prometedor hallazgo". "En este momento, se trata de un preliminar aunque importante primer paso hacia la posibilidad de desarrollar un biomarcador de riego que mejore nuestra actual capacidad de diagnosticar el autismo", afirma.
El estudio, que se publica este viernes 'on line' en 'AJP in Advance', también sugiere que el autismo no aparece de repente en los niños menores, sino que podría desarrollarse con el tiempo durante la infancia. Esto aumenta las posibilidades de que se pueda, dice Wolff, , "interrumpir el proceso con intervenciones dirigidas".
Sus resultados son los últimos del 'Infant Brain Imaging Study' (IBIS), que se desarrolla en la actualidad, con ayuda de los fondos de los National Institutes of Health y liderado desde la UNC. En el participaron 92 niños que tenían hermanos mayores con autismo y por ello, se consideraba de alto riesgo.
Todos fueron sometidos a una prueba de imagen de resonancia magnética específica a los seis meses y a valoraciones conductuales a los 24 meses. La mayoría tenían además escáneres de imagen cerebral adicionales tanto a los 12 como a los 24 meses.
A los 24 meses, 28 niños (30%) reunían los criterios para diagnosticar un desorden del espectro autista, mientras que 64 menores (70%) no los cumplían. Los dos grupos se diferenciaban en el desarrollo de la extensión de las fibras de materia blanca --las vías que conectan las regiones cerebrales-- medidas por anisotropía fraccional (FA).
La FA mide la organización y el desarrollo de la materia blanca, en base al movimiento de las moléculas de agua en el tejido cerebral. El estudio examinó 15 extensiones de fibras diferentes y encontró significativas diferencias en las trayectorias FA en 12 de 15 extensiones entre niños que desarrollaron autismo frente a menores que no lo hicieron.
Los menores que desarrollaron la enfermedad presentaban FA elevada a los seis meses, pero después experimentaban cambios más lentos en el tiempo. A los 24 meses de edad, los niños con autismo tenían menores valores de FA que los niños sin autismo. Para Wolff, "esta evidencia, que implica múltiples vías de fibra-- sugieren que el autismo es un fenómeno que afecta a todo el cerebro, no de forma aislada a ninguna región en particular".
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