La tecnología alimentaria detrás de la comida chatarra crea dependencias y reacciones en el cuerpo de los consumidores para mantenerlos adictos y consumiendo.
Uno podría pensar que dada la cantidad de
información disponible sobre los aspectos negativos de la comida
chatarra, así como de la tasa de obesidad en países como Estados Unidos y
México, la gente pensaría dos veces antes de consumir comida congelada o
hecha en cadenas de comida rápida. Sin embargo estas cadenas se han
adelantado y tienen a la ciencia de su lado: utilizando ingeniería
alimenticia avanzada crean productos que generan adicción en el cuerpo a
través de un complejo pero comprensible proceso.
En “La jerga de la comida chatarra”, Paul
McFedries analiza el lenguaje que utiliza la industria de la comida
chatarra para dar forma a productos que mantienen en un estado de
adicción fisiológica a sus consumidores gracias a la ciencia detrás de
su preparación.
1. Ingredientes pilares
La magia detrás de la comida rápida se
debe a un delicado balance entre tres ingredientes que, juntos, crean
esa sensación de “comida que te hace sentir bien”: sal, azúcar y grasa,
como en las hamburguesas, alitas y waffles con fruta.
2. “Bliss Point” (“punto óptimo”)
El deseo que desarrollamos por los
ingredientes pilares en lo particular se ve potenciado cuando estos se
mezclan en algo llamado “bliss point”, que podría traducirse como la
mezcla óptima de estos tres ingredientes para que nos enganchen sin que
ninguno de los tres predomine.
3. “Mouthfeel” (“sensación en la boca”)
Los ingenieros en alimentos describen el mouthfeel literalmente
como la forma en que la comida se siente dentro de la boca de una
persona; ajustando variables como textura, humedad, capacidad de crujir o
derretirse, es posible producir comida que se comporte justo como el
consumidor desea.
4. Golpe de sabor
La ingeniería alimentaria también es
capaz de manipular el tamaño y forma de los cristales de sal en la
comida rápida, de manera que se produzca un golpe de sabor que tome por
asalto las papilas gustativas hasta saturarlas en un instante.
5. Dispersión de densidad calórica
La madre de toda la ciencia detrás de la
comida rápida es la dispersión de densidad calórica, que no es más que
el proceso por el que la comida se derrite en la boca de manera tan
rápida que el cerebro cree que está consumiendo menos calorías de las
que realmente entran en el cuerpo.
La dispersión de densidad calórica
también permite hacerle creer al cerebro que todavía no está satisfecho,
por lo que la persona sigue comiendo a pesar de que no necesita tantas
calorías para alimentarse, pues su cerebro es incapaz de hacer que la
persona pare de comer. Esto genera como respuesta el peligro de comer
automáticamente, es decir, seguir comiendo sin pensar en lo que se come,
e incluso sin tener hambre: comer porque la comida te dice que sigas
comiéndola.
0 comentarios:
Publicar un comentario